Cuento "Llega el Psicólogo" (de Sandra Comino), II parte

El siguiente escrito corresponde al Segmento Radial Horizonte de Posibilidades (donde comparto una articulación entre la Psicología y el Campo) del Programa "La voz del INTA en la Capital del Gaucho", que se emite en la Radio Pública 97.9 Mhz (Ciudad de Santa Sylvina) y que se retransmite en emisora FM Litoral 104.3 Mhz (Ciudad de Villa Ángela) de la Provincia de Chaco (Argentina). Tal emisión se llevó a cabo el día 2 de Marzo de 2021. 

 

Buen día al equipo de la voz del INTA y a toda su audiencia.

En el día de hoy les traigo la Segunda Parte del cuento “Llega el psicólogo” de la autora Sandra Comino.

Recordemos brevemente que el cuento trata de que Don Lorenzo va a llevar a su hija, la Muda, al psicólogo, mientras aguardan expectantes los chismosos del pueblo (Juana, Clara y Fermín). Así que esta historia continúa de la siguiente manera:

“Todos en el pueblo sabían la historia de la mudita. También sabían que don Lorenzo hizo lo que pudo para que su hijita se curara. La nena perdió el habla años atrás, cuando su madre los abandonó por un equilibrista que pasó por el pueblo con el circo. Una mudez repentina atrapó a la nena y se le instaló en las entrañas. Don Lorenzo no quiso hablar del tema con nadie y les prohibió a todos hacerlo. El pobre pensó que comprándole todos los juguetes que ella quisiera se le iba a pasar. Pero no se le pasó. También planeó un viaje, un largo viaje por Europa que no dio resultado, al contrario, tantos días en el océano pusieron a la niña más asustadiza.

Sin saber qué hacer, con el peso de sentirse viudo sin estarlo, don Lorenzo la llevó primero a un curandero milagroso que le diagnosticó un nudo en la garganta causado por la enorme tristeza. Para desterrar el mal bastaban unas gotas que él mismo preparaba, y sacar de la casa todas las pertenencias de la esposa. “Corazón que no ve corazón que no siente”, le dijo el curandero al padre desesperado. Eso no la curó.

Después la llevó al médico. La internaron, le hicieron numerosos estudios, la intoxicaron con remedios, le aplicaron inyecciones; pero tampoco resultó.

Los años se encargaron de acostumbrar al padre a la mudez de su hija y a la hija a convivir con la mudez, huella intransigente de aquel abandono que la marcó para siempre. Pero como todo padre que no se deja ganar por la adversidad, don Lorenzo decidió llevarla al psicólogo.

***

Juana, Clara y Fermín seguían tomando mate. El viento iba y venía más calmo y de a ratos el sol se asomaba para ver qué pasaba en el pueblo. Los paraísos se dejaban arrebatar el aroma por la misma brisa que acariciaba los rostros de los chismosos del pueblo.

—Ya pasó más de media hora —decía Juana—, ¿qué le estará haciendo?

—Es que debe tener mucho para contar —dijo Clara.

—Qué va a contar si está muda —se burló Fermín.

***

Adentro, la mudita estaba sentada al lado de su papá. Tenía un vestido con nidos de abejas y metía los dedos en los agujeritos. Don Lorenzo, sentado a su lado, daba vueltas el sombrero con sus rudas manos, como si fuera un volante. El psicólogo tenía cara de no enojarse y olía a hombre de ciudad. A la mudita le temblaban las piernas cuando su papá hablaba. Tenía el nudo en la garganta más duro que nunca y las manos muy mojadas y frías.

En los ojos del papá se asomaban años de tristeza, un poco de vergüenza, y el sopor que trae consigo el escarbar en la vida. En los ojos de la mudita las lágrimas no tardaron en brotar. Nin­guno de los dos había escuchado antes su propia historia. Ninguno de los dos había pensado antes que la tristeza es menos pesada si se comparte. La nena sintió que el nudo empezaba a moverse un poco; pero nada más que un poco.

***

Afuera, Juana, Clara y Fermín estaban verdes de mate e intrigados por el tiempo que llevaban ahí adentro padre e hija. Habían imaginado diversas situaciones; habían conjeturado dema­siado. De repente, las nubes se alejaron hacia el Este, el sol empezó a castigar a los tres que no paraban de cuchichear. Ya no había nubes, el celeste limpio de un noviembre perfumado de paraísos coronaba el pueblo y el viento no era viento, sólo brisa. Los ruidos de los autos se hacían más nítidos y se mezclaban con el cantar de las torcacitas.

Don Lorenzo y la mudita salieron de la sala.

—Ahí están —dijo Juana.

Don Lorenzo se puso el sombrero y tomó del brazo a su hija. La mudita llevaba el vestido con nidos de abejas y se pasaba las manos por su falda acampanada. Se subieron a la camioneta; los dos saludaron a Juana, a Clara y a Fermín con la cabeza”.

¡Colorín colorado este cuento a terminado! Antes de despedirme recuerden esta frase como mantra “La tristeza es menos pesada si se comparte”. ¡Nos encontramos la próxima, quien les habla, desde Córdoba Capital, Nelson Kovach!.


Bibliografía:

- Comino, S. (2012).  Llega el Psicólogo en Peréz Díaz, E y Barrios Camponobo, G. (Ed.), Cuentos para Soñar y Pensar (pp. 14-16). Editorial Instituto cubano del libro. URL:    https://cultura.chaco.gob.ar/static/letras/biblioteca/documentos/CUENTOSPARASONARYPENSAR.pdf

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